Qué ocurre cuando leyendo el periódico te detienes en una noticia, nada en especial ¿no? Al fin y al cabo se trata de eso. Dónde sueles clicar, qué noticia se merece una pestaña de tu navegador o una lectura concienzuda. Yo me suelo detener en esas cositas con las que al final del día puedes decir aquello de ‘hoy me acuesto habiendo aprendido algo nuevo’, o en aquellas otras que me desengañan sobre algo, que cambian la fotografía que tenía ayer sobre el tema. No os lo voy a negar, si leo en un titular a Bisbal opinando sobre enredos y conflictos internacionales mi mano es dirigida por mi inconsciencia y pincho. Pincho y fortalezco mi agnosticismo sobre twitter. No puedo encontrar en qué punto exacto termina la pérdida de tiempo que lleva a la parte interesante del asunto.
Qué ocurre cuando una pizca de sentido común llama la atención dentro de un montón de páginas llenas de tinta, eso que debería pasar desapercibido por ordinario o habitual al final es lo más curioso de tantos textos y publicaciones.
Cualquier hipotecado con problemas se encuentra siempre atado de pies y manos frente a su acreedor, cuando muchos quedarían liberados una vez entregadas las llaves de un piso que sólo han podido empezar a pagar y no desean vivir en él, el banco no introduce tales cláusulas en la firma ni mucho menos se plantea echar mano de ellas. La orden descendente en la cadena de gritos indica todo lo contrario: la hipoteca no se cancela bajo ningún concepto si no se va por delante con el montante total del crédito. La única vía es pagar lo que se pueda, no importa si es mucho o poco, siempre estrujar al máximo. Son incesantes las llamadas diarias a cada moroso para presionar por cada euro, por un goteo constante de pequeñas cantidades de monedas. Lo mejor, que si te retrasas en el pago se cobra un interés por la demora que suele rondar el 20% de la mora, o lo que es lo mismo, del importe retrasado. Este tipo de cliente suele preocupar mucho a las entidades, los índices de morosidad forman hoy un punto primordial dentro del manejo de un organismo financiero. No obstante, no creáis que el cliente desahogado es el predilecto del banco. Las amortizaciones de los créditos sientan como una patada en pleno culo al concesor del crédito. La amortización es básicamente aportar una buena cantidad monetaria que hace disminuir la cantidad total de la hipoteca; así, puedes bajar la cuota de cada mes o la cantidad de años restantes, a gusto del consumidor y a disgusto de la empresa.
En una nueva era económica y política que debe abrirse después de la última crisis financiera de la época moderna las normas de juego deben ser reconstruidas desde los cimientos, ser claras y conocidas por todos. No caben los pudores de gobiernos estancados en un modelo social del siglo pasado, de un sistema que nos ha demostrado una y otra vez que no funciona. Hablemos de incentivar al trabajador y castigar al fraudulento, ya sea uno que no declara pequeñas facturas u otro que se vale de su naturaleza intocable para sacar año a año beneficios desorbitados e inmerecidos.
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