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Esa maldita pero necesaria palabra

Si eligiésemos la palabra más utilizada por los españoles en los últimos dos/tres años creo que nadie tardaría más de unos segundos en decidirse. Si realizásemos un estudio como aquellos de los años 90 en Estados Unidos que decían que la palabra Jordan era la más usada por encima de Clinton o McDonald´s, mi apuesta sería a que Crisis ganaría por goleada. No soy capaz de discernir si a posteriori eso es bueno o malo, pero está ahí lo queramos o no. Darle la espalda al término sería tan insólito como un telediario de antena 3 sin Mourinho.

Se puede pensar que no voy al grano, que este no es el tema de este blog. Nada más lejos de la realidad. Nuestra crisis, propia y muy diferente a la del resto, es un problema derivado de un boom inmobiliario que dijo un día… hasta aquí hemos llegado. No se parece en casi nada a la de EEUU que derribó el castillo de naipes. Entremos en barrena tratando de mancharnos lo menos posible:

  • Crisis Financiera o de las hipotecas sub-prime: muchos bancos estadounidenses se dedican durante varios años a prestar dinero a personas que no tienen ninguna capacidad de devolución de esa deuda. Unen todos esos “activos” que no son tal en paquetes con nombres rimbombantes pero que suenan realmente bien en los bancos europeos (ej; fondo estructural dinamizado para el desarrollo sostenible). Éstos los compran gustosos dada la confianza que se tenía en entidades como Lehmann Brothers. Un día ese pobre hombre deja de pagar y con él otros cuantos más porque básicamente no cabía un escenario diferente. Varios gigantes norteamericanos terminan por reconocer su terrible error y algunos siquiera evitan cerrar todas sus oficinas. Cada individuo que haya comprado algún activo “tóxico” o sus acciones estuvieran referenciadas a cualquiera de estas basuras sin valor real se ha quedado sin su pasta. Tan fácil. Pensemos que por cada banco que cerró en pleno desastre financiero supuso miles de despidos directos y millones de afectados que perdieron todos sus ahorros; además, cada acreedor o deudor de los mismos siguió obligatoriamente los pasos de los que cayeron en la bancarrota. La Globalización hizo el resto. La facilidad de intercambio entre entidades separadas por millones de kilómetros provocó que estos conjuntos de hipotecas sub-prime se expandieran como una gripe por todo el mundo. No obstante, por España, lo hicieron más bien poco. Sólo rozaron a Banco Santander y Bankinter, nada grave.
  • Crisis inmobiliaria o de vivienda: ya lo tenemos claro, lo de arriba no nos afectó como para tener a día de hoy un 20% de paro y caminar cerca de la intervención comunitaria. Ni mucho menos. La depresión española sólo se puede explicar por las características económicas y culturales de nuestro país. Para empezar, hemos crecido en las dos últimas décadas y media bajo un modelo en el que la vivienda sostenía la creación de valor añadido. La construcción ha llevado en volandas a toda la economía a un ritmo incomparable con cualquier otra rama y precios continuamente al alza. Nuestro sector estrella, demasiado estrella. Por otra parte, España es desde sus comienzos un territorio necesitado de financiación. Esto quiere decir que, mientras otros países son prestamistas por tener sus arcas con dinero para prestar, España necesita que le financien para luego devolver esa deuda. Esto no es nada grave, es tan sólo una vía necesaria que también llevan a cabo otros grandes países como EEUU. Esto tiene tan sólo un inconveniente, aquel por el cual dependes de bancos extranjeros para conseguir ese dinero. Lo que ocurrió con el estallido de la crisis financiera mundial fue que los bancos que prestaban dinero a España cerraron su grifo y con ellos, también lo tuvieron que hacer los nacionales. Nuestros prestadores ya no podían alimentar a las empresas inmobiliarias ni a los hipotecados potenciales de nuestras fronteras. Se para la firma de hipotecas y las constructoras no lo soportan. Las inmobiliarias cierran y siguen cerrando. Entonces podemos hablar del estallido de la burbuja inmobiliaria, ya nadie es capaz de pagar esos precios desorbitados por una casa. La gallina de los huevos de oro enfermó de gravedad de tanto sobrealimentarla. Constructoras derrotadas despiden a miles de trabajadores porque ya no venden pisos. Si no se vende tampoco se construye, y si no se construye disminuyen su actividad las empresas de electrodomésticos, cerámica, cristalerías, muebles, decoración e incluso automóviles. No hay salida.

No me quiero enrollar ni un párrafo más. Entended que esto empieza así y poco a poco va desplazándose y expandiéndose hacia todas direcciones, pero, diferenciemos bien ambas crisis y sepamos entonces por qué no salimos como lo han hecho o hacen el resto. Como un día dijo Laporta, ¡que no os embauquen!

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